top of page

Cuando complacer se vuelve un modo de sobrevivir (y no de amar)

¿Te ha pasado que cuando amas, te entregas tanto que ni siquiera sabes si lo que estás haciendo es porque lo deseas… o porque esperas ser querida a cambio?


A mí sí. Durante años, complacer fue mi lenguaje del amor. Me volví experta en anticipar necesidades, en leer gestos, en hacer lo que el otro necesitaba antes de que lo pidiera. Era mi forma de decir: “Mírame, valgo la pena, quédate conmigo”.


Y no lo hacía por manipular, lo hacía desde una herida tan profunda que me hizo confundir amor con sacrificio. Hasta que un día, me perdí tanto en la necesidad del otro, que ya no supe dónde terminaba “yo” y empezaba “el otro”.


🔍 ¿Qué ocurrió aquí?

Complacer no es malo en sí. Todos lo hacemos, especialmente en relaciones afectivas. Es una forma de mostrar amor, atención y cuidado. Pero cuando se convierte en una conducta automática, en un hábito que ignora tus propios límites, deja de ser un gesto amoroso y se convierte en una estrategia de supervivencia emocional.

Ese patrón tiene raíces más profundas de lo que solemos imaginar. Y muchas veces, ni siquiera lo cuestionamos, porque viene disfrazado de virtud.


¿Qué significa ser una persona complaciente (y por qué nos pasa)?

La complacencia, cuando se vuelve excesiva o constante, suele estar asociada al sistema de apego ansioso o a dinámicas donde aprendimos a ser “la buena niña” o “el que siempre está para los demás”.


Es una forma aprendida de conseguir amor, aceptación o seguridad emocional, especialmente cuando en la infancia sentimos que teníamos que ganarnos el afecto cumpliendo expectativas ajenas. En esos entornos, no ser complacientes podía significar rechazo, castigo, abandono o indiferencia.


Frases comunes que revelan este patrón:

  • “Si hago esto, seguro me va a querer más.”

  • “No quiero incomodar, mejor cedo.”

  • “Lo que él quiera, está bien.”

  • “Prefiero que esté feliz aunque yo me sienta mal.”


Con el tiempo, esta forma de vincularnos nos desconecta de lo que realmente queremos, necesitamos o incluso de lo que nos molesta. Y así es como perdemos la brújula interna.Porque complacer no debería implicar traicionarte.


🌱 Entonces… ¿cómo se sana?

El primer paso es reconocer el patrón sin juzgarte. No estás rota. Aprendiste una forma de protegerte.Y ahora puedes elegir otra.


Comenzar a preguntarte:

✨ ¿Esto lo hago porque realmente lo deseo?

✨ ¿Qué quiero yo en este momento?

✨ ¿Estoy dispuesta a decir que no, incluso si al otro no le gusta?


Volver a ti es un proceso. A veces da miedo. A veces duele. Pero también es liberador.


Hoy puedo decir que sigo disfrutando de dar, de cuidar, de estar atenta a quien amo…Pero ya no desde el vacío.Ya no para que se queden.Ya no para valer.


Ahora, si doy, también me incluyo.


¿Tú también has sentido que te pierdes en la necesidad de agradar? ¿Has empezado a poner límites o aún te cuesta?


🛠️ Pequeño ejercicio para hoy:

Ejercicio del “mini no” consciente: Hoy elige decir “no” a algo pequeño que normalmente harías por inercia para complacer. Puede ser tan simple como no responder un mensaje de inmediato, no ceder en algo que no quieres o darte permiso de no explicar tus razones.


Después, observa cómo te sientes. Escríbelo. Estás empezando a elegirte. Eso también es amor.


Gracias por estar aquí.

Te leo ❣️

Comments


Hola, ¡gracias por visitarme!

Párrafo. Haz clic aquí para agregar tu propio texto y editar. Aquí puedes contar tu historia y permitir que tus usuarios sepan más sobre ti.

Recibe todas
las entradas.

¡Gracias por tu mensaje!

  • Facebook
  • Instagram
  • Twitter
  • Pinterest
bottom of page