Trauma, Trauma, Trauma
- Vianney Cruz
- hace 5 días
- 3 Min. de lectura
Conocí el trauma psicológico antes de estudiar psicología. Lo viví en carne propia siendo adolescente, cuando una experiencia me marcó profundamente y dejó huellas que, muchos años después, todavía podían activarse sin previo aviso.
Durante la secundaria, sufrí acoso por parte de una compañera mayor. Desde el primer día en esa escuela, viví con miedo constante. Me amenazaba, me insultaba, me intimidaba… y yo, sin saber cómo reaccionar, solo trataba de aparentar que no pasaba nada. Sonreía, intentaba seguir con mi vida como si todo fuera normal, pero por dentro me sentía aterrada. Recuerdo cómo salía de la escuela fingiendo tranquilidad, solo para caminar a casa con el corazón acelerado. Imaginaba lo peor: golpizas, agresiones, incluso morir golpeada. Mi mente creaba escenarios horribles, y mi cuerpo los vivía como reales.
Porque el cerebro no distingue entre lo que imagina y lo que realmente ocurre: si en tu mente estás en peligro, tu cuerpo reacciona con todo su sistema de alarma.
Aunque eventualmente me mudé de ciudad y dejé atrás aquella etapa, el trauma ya vivía en mí.En mi nueva vida, seguía hipervigilante. Cruzas la calle y ves cómo te atropellan. Subes al transporte público y sientes que alguien armado subirá en cualquier momento. Abres una puerta y temes encontrar una escena aterradora del otro lado.Todo esto me ocurría en silencio. Nadie lo notaba. Yo seguía siendo “la fuerte”, “la alegre”, la que sonreía. Y así viví muchos años, cargando un miedo invisible.
La terapia me ayudó a sanar mucho de eso, a entender lo que me había pasado, a confiar nuevamente en la vida.
Pero las consecuencias del trauma no siempre desaparecen por completo… a veces, solo se esconden y esperan un detonante.
Años después, en una relación de pareja, me sentí por primera vez "protegida". Era un hombre que hablaba de su pasado violento como si fuera parte de su identidad, y aunque eso en sí debería haber sido una alarma, para mí significó seguridad. Me dije: “Con él, nada malo me pasará”. Me aferré. Porque crecer sin sentirte segura deja un vacío profundo, y cualquier cosa que se parezca a protección puede parecer amor. Pero esa relación también trajo violencia. Cuando él bebía, su energía cambiaba y yo sentía el mismo terror de la adolescencia.
Mi cuerpo revivía el pasado aunque estuviera en otro lugar, en otro tiempo, con otra persona.
Eventualmente, salí de esa relación. Volví a terapia. Volví a reconstruirme.
Y luego, vino otra experiencia que, aunque menor, me reveló algo importante. Fue hace varios años, en casa de alguien de confianza. No ocurrió nada grave, pero el solo hecho de estar en ese ambiente durante horas: el alcohol, la música alta, el no saber qué esperar al día siguiente… bastó para activar una alarma interna sin ser consciente de ella. Me sentí en peligro sin que existiera un peligro real. Reaccioné de forma desproporcionada, me alteré, traté de huir y no entendía por qué, afecté mis relacines con esas personas, las acusé de no sé qué. Hasta que comprendí que no había estado en peligro ni esa noche: era mi cuerpo reviviendo el miedo antiguo. Era la memoria emocional volviendo a tomar el control.
Desde afuera, uno parece “loca” cuando reacciona así. Pero no es locura. Es trauma. Es la huella invisible de lo vivido, grabada en el sistema nervioso. Es el cuerpo recordando algo que la mente ya quiso olvidar.
Por eso, cuando reaccionamos con demasiada intensidad a algo “pequeño”, muchas veces no estamos reaccionando a lo que está pasando en el presente, sino a lo que se parece a una amenaza del pasado. Ya no estamos viendo con claridad. Solo estamos sobreviviendo.
Sanar requiere volver a mirar esas heridas. Entenderlas. Acompañarlas con amor, con conciencia, con ayuda profesional. Es en la oscuridad donde hicimos ajustes para defendernos. Pero es en la luz donde podemos empezar a vivir de verdad.
🔎 ¿Qué es lo que ocurrió aquí?
Lo que viví en ese momento es lo que se llama una reacción somática postraumática. Aunque racionalmente sabía que no había peligro, mi cuerpo recordó lo que sí lo fue alguna vez. Y como el cerebro no distingue entre realidad y memoria cuando el sistema nervioso está activado, reaccioné como si estuviera nuevamente en riesgo.
Eso pasa cuando hay una huella de trauma no completamente integrada. En esos momentos el cuerpo toma el control, y lo que en el presente es leve o neutro, en el sistema nervioso se convierte en alerta máxima.
Esto no es locura. Es memoria corporal.Y por eso sanar no es solo entender, sino sentir distinto con apoyo, presencia y seguridad.
Gracias por leer hasta aquí.¿Te ha pasado algo parecido? ¿Tu cuerpo ha reaccionado sin que tú entiendas por qué?
Te leo. ❣️
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